Dentro de la celebración del Año de la Fe, uno de los momentos fundamentales es la celebración de la Navidad, donde por encima de todo, los cristianos proclamamos nuestra fe en Jesucristo, el hijo único de Dios que por nuestra salvación, bajó del cielo y, por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre. Tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo, nacido de mujer, para darnos a todos la paz, la alegría, la salvación y la plenitud que necesitamos.
Yo invito a todos a que una renovada celebración de la Navidad, acreciente nuestra fe en Jesucristo, nuestro Dios y Señor, y que se puedan cumplir en cada uno aquellas palabras que dijo el Papa en 2006: “María acogió con fe a Jesús y con amor lo donó al mundo”. Esta es también la vocación de cada uno de nosotros. La Navidad, por tanto, es ante todo un anuncio de salvación, de esperanza para la humanidad. Dios se ha hecho hombre en Jesucristo y hoy renace en la Iglesia y en el corazón de todo aquel que cree en él. Él es quien lleva a todos el amor del Padre celestial. Él es el salvador del mundo. Por eso, invito a no tener miedo a Cristo, sino a abrirle el corazón, a acogerlo, para que su reino de amor y de paz se convierta en una realidad en el corazón de muchos. Ojalá, que de todos.
Al mismo tiempo, la Navidad donde tantos buenos deseos nos comunicamos los unos a los otros, donde incluso nos regalamos dones para expresar nuestro afecto y nuestro reconocimiento mutuo, también es una invitación a la solidaridad con aquellos que en estos momentos viven situaciones de dificultad. Tenemos que poner de nuestra parte todo lo necesario para que otros sean realmente felices. No basta con mandar una tarjeta, enviar un saludo, desear un buen año…Es necesario que todos nos comprometamos, personalmente, con nuestra presencia, a ayudar a los demás a ser realmente más felices porque es así como el Señor quiere que vivamos la Navidad. Con mis mejores deseos, feliz Navidad y buen año 2013.
Bernardo Álvarez
Obsipo Nivariense