Liturgia


HOMILIA D. XXXI T.O. SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
31 octubre y 1 noviembre de 2015
NUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE EN EL CIELO… SEAMOS HOMBRES Y MUJERES DE DIOS… DICHOSOS

Mi querida y apreciada familia en el Señor: Hoy, como ayer, viendo el Señor a aquellos que nos acercamos y nos situamos a su alrededor, nos dice: DICHOSOS, FELICES, BIENAVENTURADOS…
Es alentador escuchar estos piropos de boca de nuestro Dios, pues nos espabilan el oído y nos hacen tener una mirada más profunda a la vida que se nos da…
¿Qué quieres vivir en tu vida? ¿Qué quieres transmitir desde ella?.. son dos cuestiones que nos hacen situar en la meta que un día Dios, por medio de su Hijo Jesucristo, nos dejó…
La santidad es el camino, la verdad y la vida que Dios nos ofrece… Y Cristo nos recuerda cuáles son las consecuencias de vivir sostenidos en este sendero: Dios reinará, el consuelo nos abrigará, la tierra se poseerá, quedaremos saciados, alcanzaremos misericordia, veremos a Dios y gozaremos en plenitud de lo que somos, hijos e hijas de Dios… 
Tal vez, nos resulten ñoñas o ridículas estas consecuencias que el Señor nos puntea, pues podemos estar viviendo la experiencia de mirar sólo lo que es práctico y visible... Tal vez, estamos transmitiendo, desde nuestro vivir, un seguimiento de Cristo basado en el “cumplimiento legal de unos preceptos” y no desde un cautivador enamoramiento de Su Persona…
El paso de nuestra vida cristiana, basado en llevar manos repletas de inocencia y corazones puros y limpios, requiere (exige, pide) del querer buscar -con profundo amor- el Reino de Dios, sembrando confianza, alegría, paz y concordia… Exige una experiencia de enamoramiento con Dios… Que tu corazón se envuelva de inquietud por conocerlo, amarlo y servirlo…
La celebración solemne de TODOS LOS SANTOS nos ayuda a revestirnos de ese vestido blanco adquirido en el paritorio de la Iglesia… Las entrañas de la Iglesia da a luz a hijos e hijas de Dios, marcados por el semblante de la perenne alegría y dispuestos siempre a alcanzar un día la gran recompensa que Dios nos ofrece: VERLE CARA A CARA Y GOZARNOS ETERNAMENTE DE SU FELICIDAD PLENA…
Ojalá comprendiéramos, un poco más, la tarea que se nos marca; comprendiéramos que estamos llamados a sembrar las semillas que nos alcanzan a ese fin último de nuestra existencia cristiana, y que Dios nos proporciona… Ojalá, con nuestro sembrar los valores del Reino (Amor, Alegría, Justicia, Paz…) ayudemos a aquellos otros que viven sembrando miedo y odio, buscando una felicidad caduca y momentánea… ESTAD ALEGRES Y CONTENTOS, PORQUE LA GRANDEZA DE NUESTRA VIDA ESTÁ EN ABRAZAR PARA SIEMPRE EL CIELO… esto es lo que celebramos, esto es lo que debemos vivir y contagiar con nuestro ser en Cristo Jesús…
Que la intercesión de Todos los Santos, de todos aquellos hermanos y hermanas nuestras que dieron testimonio de Jesucristo con el precio de su propia vida y que ahora adoran a Dios en su presencia, estimule deliciosamente (gozosamente) nuestra vida de santidad, nos conduzcan a la visión plena y alcancemos la bendición de Dios. Amén.

Javier José Jimenes Juste


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